Solucioné dos de tres y apareció un cuarto problema. La falta de agua no era un problema de las maldición de la ciudad sino de la casa. Es u ln caño que está apoyado sobre una pared en el techo y se ve que el viento (o alguien) lo dejó colgando, por lo que el agua no llegaba a pasar. Lo subí a la pared y todo solucionado. Me llevó un tiempo descubrirlo, pero fue satisfactorio.
Para el desagüe que no desagüaba llamé un destapador que solamente metió la mano y saco un poco de basura y listo. Me sentí un poco tonto, pero lo aprendí para la próxima. Cuando contaba esto utilicé el término "el impuesto al pelotudo" para referirme a la plata que le di, ya que no me quería cobrar. No me acuerdo si planteé objetivos para este blog (además de escribir regularmente), pero ser menos cruel conmigo (y los demás) debería ser uno. Aceptar y valorar el aprendizaje y no castigar el desconocimiento.
Persiana: prendiente. Calculo que lo que haya tirado el caño puede haber arrancado la persiana. Hubo vientos fuertes cuando nos fuimos a la playa.
En cuanto a los videojuegos, el de fútbol. Hubo un partido de sudamericana que me costó tres intentos ganarlo. Lo que es una trampa. Una de las terapéuticas del juego era aceptar la derrota y manejar la frustración en un ámbito seguro. Luego me puso llaves extremadamente fáciles, lo que también me genera frustración. Creo que del parche de liga Argentina hace algo más que cambiar equipos, la jugabilidad está rara.
La segunda terapéutica del juego (sin orden ni cantidades precisadas) es aceptar las consecuencias, cosa que el juego no tiene. Juego porque carece de consecuencias en el mundo real. El juego sucede dentro de mi Mundo.
Terminaré con una cita de Levrero que me llegó al corazón de mi ansiedad: "Como se ve, el tiempo no me alcan- za; entonces opto por desentenderme de todo y jugar con la computadora."
Voy a romper la regla de poner la última frase de título porque era de Levrero. Ahora ya no.