Aristóteles decía y después lo repitió el mundo entero. Todas las personas buscamos la felicidad.
Lo acabo de leer de un supuesto poeta maldito.
Eso es buena propaganda.
Hay gente que en su vida se plantea el hecho de no ser feliz como algo a considerar. No sufrir, puede ser. Estar cómodos, también. Evadirse de eso que le hace mal, mucho. Pero preguntarse si uno es feliz, requiere tiempo y películas. La envidia, el resentimiento, no es preguntarse por la felicidad.
No lo soy, no. Soy inconformista. Quiero algo que ya no sé si voy a buscar. Pero sé que de encontrarlo no sería, no duraría mucho cómo estado de gracia.
Este estado que llamaría deleite, bienestar, me parece bien. Incluso hay veces que lo evado, porque la evasión es adictiva. Y en este estado me siento bien, pero sigo viendo a mis monstruos.
Me comí todos los bizcochitos, no pude parar. Es molesto preguntarse por la felicidad, el bien, lo correcto.
La panza llena, el mate caliente, el calor. Dejan espacio para hacerme preguntas horribles, pero con un sentimiento hermoso